El verano es una época de cambios que no solo se reflejan en la actividad diaria, que se torna menos rutinaria, sino también en la alimentación. El calor y el aumento de la actividad física invitan al consumo de productos ligeros y refrescantes como las frutas y verduras, los yogures o el gazpacho, en el que se unen tradición y excelentes propiedades nutritivas.
Los probióticos son, junto a las frutas y verduras, los productos más consumidos durante el verano. La leche fermentada que da lugar al yogur contiene un gran número de células bacterianas vivas y activas con efectos positivos sobre la salud. La fermentación se realiza mediante la acción de diferentes bacterias, como el ‘Lactobacillus bulgaricus’, ‘Streptococcus thermophilus’ y ‘Bofobacterium’. Constituyen una importante fuente de proteínas de alta calidad, calcio, riboflavina A y D, magnesio y zinc.
Los componentes vivos del yogur también ayudan a las personas afectadas por la intolerancia a la lactosa. El consumo de lácteos recomendado para un adulto está entre medio litro y uno al día. "En los niños desde el destete hasta los 14 años, se recomienda tomar un litro al día", indica Alfredo Martínez, catedrático de Nutrición de la Universidad de Navarra.
El efecto de los microorganismos presentes en el yogur se puede perder por la acción del calor o tras un periodo medio de 28 días. Esta es la razón por la que la legislación española exige a los productos así nominados un límite de caducidad de 28 días. "Es muy importante que se respeten estos plazos para garantizar la viabilidad de estos patógenos", confirma Martínez.
Pero este producto no solo es útil en el tratamiento de desórdenes intestinales como el estreñimiento, colitis, infecciones bacterianas e intolerancia a la lactosa, entre otros; también es beneficioso en la prevención de algunos tumores, alergias a diversos alimentos y controles del nivel de colesterol sanguíneo.
Las frutas se convierten cada verano en uno de los alimentos predilectos. Su alto contenido en líquidos evita las temidas deshidrataciones veraniegas y son una fuente inagotable de vitaminas y carbohidratos, esenciales para obtener las calorías necesarias para resistir el ejercicio suplementario habitual en el verano.
Una ingesta adecuada de verduras durante estos meses supondría raciones de entre 200 y 250 gramos diarios. De entre las hortalizas, la patata y el tomate son las que más aprecian los españoles; y entre las frutas, la naranja reina en la cesta de la compra.
Entre sus componentes más importantes están la fibra y el ácido fólico, que se encuentra en grandes cantidades en la naranja, gracias al folato natural que atesora este cítrico, y también en los vegetales de hoja ancha como la lechuga.
Es el plato veraniego por excelencia, ya que reúne todos los ingredientes básicos de la dieta mediterránea: tomate, ajo, pepino, pimiento, pan y aceite de oliva, entre otros. Además, es una excelente fuente de vitaminas, glúcidos, minerales, ácidos grasos poliinsaturados y fibra. Aunque existen muchas recetas, todas coinciden en otorgar al tomate el papel estelar de este preparado.
El tomate es rico en vitaminas C, A, B, K y PP. Entre los minerales que lo integran se encuentran el hierro, fósforo, calcio, manganeso, magnesio, cobre, potasio, zinc y sodio. Pero el componente más valorado en el tomate es el betacaroteno, una sustancia que le proporciona el color rojizo y es un antioxidante esencial para combatir los radicales libres y ciertos tipos de tumores. Por otra parte, su riqueza en flavonoides permite proteger la pared celular.
Se trata de un nutritivo placer veraniego. Entre sus componentes se encuentran los azúcares; grasas como la leche y los aceites vegetales; sólidos lácteos no grasos; colorantes y proteínas. Además, existen otros ingredientes tradicionales en la elaboración de los helados, como la yema de huevo, el cacao, el chocolate y las bebidas alcohólicas.
Todos estos ingredientes, que son sometidos regularmente a controles microbiológicos para garantizar su calidad, dan como resultado el más apetitoso de los productos veraniegos.
Según un estudio realizado por el Departamento de Nutrición de la Universidad de Barcelona (UB), el helado ha dejado de ser una golosina para convertirse un complemento ideal de la dieta equilibrada.
Además del aporte de calcio (entre 135 mg/100 g y 79mg/100g por unidad), que hace su consumo muy adecuado para los niños, los adolescentes y las personas que necesitan dosis de proteínas de alto valor biológico, la leche con la que se elabora el helado contiene proteínas muy completas en cuanto a composición de aminoácidos esenciales, circunstancia que confiere a estos productos muy buena digestibilidad y alto valor biológico.
El aporte calórico del helado oscila entre las 150 y 300 kilocalorías por cada 100 gramos.