Descubrir nuevas maneras de pasar el tiempo para nuestros hijos, y presentarles así actividades diversas que les resulten placenteras a la vez que constructivas, es una de las búsquedas constantes para muchos padres que se plantean la crianza de sus hijos de una forma consciente.
Si eres uno de ellos y te gustaría encontrar algo sencillo que puedan realizar en cualquier momento y lugar, una tarea que ayude a pequeños y grandes a relajarse y conectar consigo mismos a la vez que dan rienda suelta a su creatividad, ¿qué tal explorar la idea de pintar mandalas?
El ritmo actual de vida ha creado nuevas dinámicas de funcionamiento en familia. El poco tiempo del que se dispone se debe repartir entre obligaciones laborales, responsabilidades varias… y solo los remanentes de las horas que quedan del día nos permiten sacar la cabeza para respirar antes de sumirnos de nuevo en nuestra vorágine diaria. Sin embargo, contar con una actividad para relajarse como puede ser pintar mandalas en familia nos puede brindar la oportunidad de enlentecer en cierta medida la marcha del reloj y ofrecernos momentos de conexión entre nosotros y nuestros hijos.
De la misma forma que con el hábito de la lectura estamos ofreciéndoles a nuestros niños un regalo para toda la vida, por la cantidad de momentos que podrán disfrutar de historias y personajes que les inspiren y les hagan soñar, pintar mandalas puede ser un hábito útil para trabajar aspectos como la paciencia, el esfuerzo, la concentración… pero también para despertar el sentido de la estética en los más pequeños, la capacidad de observación y una forma más de permitirles volar desde su propia imaginación y sin depender tanto de la tecnología.
A solas, niños y adultos pueden disfrutar de un momento de desconexión dejándose llevar por las formas y colores que le inspiren los propios mandalas. Pero también surge como oportunidad de creación grupal y en familia cuando se realizan como actividad conjunta, algo parecido a la creación del mandala del Kalachakra de los monjes del Tíbet.
Su nombre proveniente del sánscrito que significa círculo o rueda (de ahí su emblemática forma, aunque cada vez se pueden encontrar en las más diversas formas) nos avisa del origen de los mandalas, que provienen de la India.
Su creación ha servido como un medio que promueve la meditación de quien lo efectúa, una forma de focalizar la atención de la mente en la tarea que se está realizando, promoviendo la atención plena (algo que persigue por ejemplo el conocido Mindfulness).
Para los budistas además, lo que se promueve es otro tipo de conexión, la que vincula a la persona creadora del mandala con la divinidad, y haciendo de dicho vínculo una forma de elevar a otro nivel el desarrollo personal.
Sabemos que los mandalas se componen de formas geométricas que juegan con la simetría para crear los dibujos, y es precisamente el recorrido de cada una de esas formas mientras se les aplica el color escogido el que trabaja los diferentes niveles energéticos a través de la meditación.
Entre las formas de los mandalas, podemos encontrar estas, y sus significados los siguientes:
Durante el tiempo que nos dedicamos al desempeño de esta actividad obtenemos los beneficios de pintar mandalas en el hecho en sí de realizar esa tarea. Se trata de un proceso que nos conecta espiritualmente a través de la creatividad con nosotros mismos, pero también con algo más grande.
Ponemos a funcionar engranajes de nuestro interior con una capacidad verdaderamente terapéutica, los cuales nos permiten dejar aflorar nuestros conflictos internos, nuestras emociones más íntimas y contemplarlas desde un plano diferente al que habitualmente recurrimos cuando abordamos nuestros sentimientos.
Porque mientras llenamos nuestros mandalas de color, dejamos de lado los duros juicios con los que nos tratamos y damos paso a la contemplación y la aceptación.
La abstracción y desconexión de lo superfluo que se produce durante el momento en que nos dedicamos a pintar un mandala nos ayuda a conectar con nuestro interior; las emociones se desbloquean y los pensamientos fluyen de una forma diferente, permitiéndonos tomar mucha más consciencia de nuestro estado anímico.
Por esa razón encontramos tanto mandalas para adultos como mandalas infantiles, porque durante el desarrollo de esa actividad estamos realizando un ejercicio creativo de lo más íntimo, en el que somos capaces de expresar nuestras propias sensaciones mediante la selección y aplicación del color al dibujo.
Compatible, combinable y altamente recomendable con otras técnicas para meditar activamente, así como el uso de la aromaterapia, los mantras, incluso musicoterapia de forma simultánea a la creación de mandalas para aliviar el estrés.
Y si a eso le añadimos la posibilidad de trabajar sobre las zonas del cuerpo que deseemos recurriendo a mandalas específicos para los chakras implicados, multiplicaremos los beneficios que podemos obtener.
Ahora que conoces los beneficios que reporta pintar mandalas, no desaproveches la ocasión de hacerte con una surtida caja de lápices de colores con los que detener el tiempo y el estrés cuando éste se desboque. Y recuerda, si lo complementas con un poco de música suave y el aroma de aceite esencial de lavanda o mandarina, tu mente en busca de paz y descanso lo agradecerá el doble.