Se suele pensar, muy erróneamente (dicho sea de paso), que el colesterol es un auténtico problema para la salud, debido fundamentalmente a la mala publicidad que se le ha dado durante bastantes años. Pero esto no es del todo cierto. Al contrario, cumple con importantes funciones en el organismo, de manera que muchas personas se sorprenden cuando descubren que, en realidad, es tan necesario como imprescindible para nuestra propia existencia.
Por mencionar solo algunos sencillos ejemplos, es fundamental en la producción de las diferentes hormonas sexuales, es un componente tan básico como esencial para los distintos tejidos humanos, y además es de enorme utilidad a la hora de producir la bilis en el hígado.
Incluso también se muestran ligeramente sorprendidos cuando saben, incluso, que nuestro cuerpo produce colesterol de forma total y absolutamente natural. A pesar de ello, no debemos engañarnos: el colesterol no es tan bueno ni tan malo; se trata, es cierto, de un tema complejo que es conveniente conocerlo más a fondo. Aunque, en resumidas cuentas, sí podemos decir que lo único que es un riesgo para la salud son los niveles elevados de colesterol en sangre, y no el colesterol en sí mismo.
Básicamente consiste en una sustancia que se produce naturalmente en el hígado, y cuya presencia es vital para la vida humana. Por otro lado, también es posible obtenerlo a través de los alimentos; es decir, a partir de la alimentación diaria. Es más, puesto que no es creado o producido por las plantas, solo podemos encontrarlo en productos animales (como la carne y los lácteos), así como en alimentos procesados.
El colesterol tiende a presentarse en dos formas diferentes. Por un lado nos encontramos con la lipoproteína de baja densidad (LDL), que habitualmente es conocido como colesterol “malo”. Puede acumularse en las arterias, y aumentar el riesgo de formar depósitos grasos y cerosos (placas).
Por otro lado podemos mencionar la lipoproteína de alta densidad (HDL), considerado comúnmente como colesterol “bueno”, evidentemente más saludable, puesto que es capaz de transportar el exceso de colesterol desde las arterias hasta el hígado, para su posterior eliminación del cuerpo.
Como manifiestan muchos expertos, el colesterol en sí mismo no es malo. Sí lo es tener demasiado colesterol LDL, lo que sí puede acabar siendo un grave problema para la salud, puesto que, con el paso del tiempo, puede dañar las arterías, aumentar el riesgo de sufrir un derrame cerebral y contribuir a la aparición de enfermedades del corazón.
Cuando después de hacernos un análisis sanguíneo nuestro médico nos indica que tenemos en sangre demasiada cantidad de colesterol LDL, este tipo de colesterol sí puede acumularse en las arterias, con el riesgo mayor que supone no solo su obstrucción, sino su menor flexibilidad.
Cuando se produce este endurecimiento se conoce bajo el nombre médico de aterosclerosis. Debemos tener en cuenta que, cuando esto ocurre, la sangre no es capaz de fluir con normalidad a través de las arterias (las cuales se han vuelto rígidas), de manera que el corazón debe trabajar mucho más para impulsarla a través de las mismas. Con el paso del tiempo, y a medida que esta placa continúa acumulándose en las arterias, se puede desarrollar una enfermedad del corazón.
La acumulación de placa en las diferentes arterias coronarias puede acabar interrumpiendo el flujo sanguíneo al músculo cardíaco, el cual es tremendamente rico en oxígeno, lo que podría originar la aparición de una angina.
Si bien es cierto que una angina de pecho no es un ataque cardíaco en sí mismo, sí causa dolor en el pecho como consecuencia de una interrupción -temporal- del flujo sanguíneo. La angina de pecho se convierte en una señal de advertencia de que el riesgo de que pueda sufrirse un ataque cardíaco es bastante elevado.
Es más, con el paso del tiempo, especialmente si la aterosclerosis no es debidamente diagnosticada y tratada, algún trozo de placa puede llegar a desprenderse y formar un coágulo, o bien la arteria puede continuar estrechándose, lo que podría bloquear por completo el flujo normal de sangre al corazón, y provocar (esta vez sí) un ataque del corazón.
No obstante, hay que tener en cuenta que si este proceso ocurre en las arterias que se dirigen hacia el cerebro, o bien incluso dentro del propio cerebro en sí, podría provocar la aparición de un derrame cerebral.
Por otro lado, también se ha encontrado que la placa podría bloquear el flujo de sangre a las distintas arterias que suministran sangre a las piernas, los pies o el tracto intestinal. Es lo que médicamente se conoce como enfermedad arterial periférica.
Como hemos visto a lo largo del apartado anterior, es cierto que son varias las complicaciones que pueden surgir cuando los niveles de colesterol en sangre (en particular el denominado como colesterol LDL, también conocido comúnmente como “colesterol malo”), se encuentran elevados, y sobre todo, sus valores no disminuyen con el paso del tiempo, de tal manera que ese exceso de colesterol continúa aumentando y acumulándose, hasta formar las peligrosas placas.
No en vano, cuando existe demasiado colesterol en sangre se acumula en las paredes de las arterias, aumentando el riesgo de formación de una forma de enfermedad cardíaca conocida como aterosclerosis.
Así, cuando esta acumulación continúa, y las arterias se vuelven rígidas, pueden surgir determinadas complicaciones, patologías y enfermedades del corazón, entre las que a continuación pasamos a descubrirte algunas de las más comunes.
Una angina es el término médico utilizado comúnmente para el dolor o el malestar que se puede sentir en el pecho a consecuencia de una enfermedad coronaria (término común utilizado para la acumulación de placas de colesterol en las arterias del corazón, lo que podría provocar a su vez un ataque cardíaco). Y ocurre principalmente cuando el músculo del corazón no recibe tanta cantidad de sangre como en realidad debería y necesita.
La angina ocurre sobre todo cuando una o más arterias del corazón se encuentran estrechadas o bloqueadas, lo que también es conocido bajo el nombre de isquemia. En lo que se refiere a los síntomas que surgen cuando se está sufriendo una angina de pecho, podemos mencionar principalmente la presencia de dolor u opresión en el centro del pecho, una presión incómoda que no desaparece y plenitud.
A su vez, también pueden surgir otros síntomas o molestias, como malestar en el brazo, el hombro, la mandíbula o la espalda.
Dicho sea de paso, la realidad es que la formación de placas de colesterol no son las únicas causas relacionadas para la aparición de una angina de pecho. Por ejemplo, durante momentos de actividad física o emociones demasiado fuerte también pueden requerir por parte del músculo cardíaco una mayor necesidad de sangre, más de la que originalmente recibiría en esos momentos.
Por este motivo, suele ocurrir también como consecuencia del estrés emocional, la exposición a temperaturas demasiado calientes o muy frías, el tabaquismo y las comidas pesadas.
La isquemia se produce no solo cuando el músculo cardíaco carece de oxígeno, sino también de nutrientes. Así, es considerada como una afección en la que el flujo sanguíneo, y por tanto el oxígeno, se restringe o se ve reducida en una parte del cuerpo. Sin embargo, cuando hablamos de isquemia cardíaca, suele ser el nombre médico utilizado para la disminución del flujo sanguíneo y de oxígeno directamente al músculo cardíaco.
En lo que se refiere a la cardiopatía isquémica, es el término que se le da desde un punto de vista médico a los problemas del corazón causados por el estrechamiento de las arterias del corazón. De esta manera, como ya te hemos mencionado en diferentes momentos, cuando las arterias se estrechan, llega menos sangre y oxígeno al músculo del corazón.
No obstante, cuando se produce un daño o la muerte de una parte del músculo cardíaco como resultado de la isquemia, nos encontramos ante un infarto de miocardio, o ataque cardíaco.
Un ataque cardíaco, también conocido como ataque del corazón o simplemente infarto, puede llegar a ser una experiencia aterradora, la cual ocurre cuando el flujo sanguíneo que lleva oxígeno al músculo del corazón se reduce de forma severa, o incluso llega a cortarse absolutamente por completo.
Esto ocurre porque las arterias coronarias, las cuales suministran flujo sanguíneo normal al músculo cardíaco, pueden acabar estrechándose como consecuencia de una acumulación excesiva de colesterol, grasa y otras sustancias (placa). Cuando la placa se rompe en el interior de una arteria cardíaca, se forma un coágulo de sangre, el cual puede a su vez bloquear el flujo sanguíneo normal a través de dicha arteria, hasta el músculo cardíaco.
El derrame cerebral es causado por el bloqueo del flujo sanguíneo. Su nombre médico más correcto es el de accidente cerebrovascular isquémico, y uno de los principales factores de riesgo es, precisamente, los niveles elevados de colesterol alto (es decir, absolutamente los mismos que los de la enfermedad coronaria).
Dicho de otra forma, ocurre cuando un determinado coágulo de sangre bloquea el flujo de sangre en una arteria, la cual lleva sangre al cerebro. Además de los niveles elevados de colesterol en sangre, también debemos mencionar la existencia de una presión arterial elevada.
A su vez, dentro de los accidentes cerebrovasculares debemos diferenciar entre el accidente cerebrovascular embólico y el accidente cerebrovascular trombótico. El primero ocurre cuando se forma un coágulo o émbolo que se desplaza en las arterias del cuello o del corazón, y luego es transportado en el torrente sanguíneo, donde bloquea un vaso sanguíneo que se dirige y conduce al cerebro, o bien en el interior de él.
En el segundo de los casos ocurre cuando se forma un trombo, o coágulo de sangre, en una arteria que se encarga de suministrar sangre al cerebro.
Ese coágulo de sangre bloquea el flujo normal de sangre, la cual es tremendamente rica en oxígeno, a una parte del cerebro. Tal y como opinan muchos especialistas, se ha encontrado que un accidente cerebrovascular trombótico podría estar precedido por una serie de uno o más ataques isquémicos transitorios, que desde un punto de vista médico, son habitualmente también conocidos como “mini accidentes cerebrovasculares”.