Desde 1948, cuando el químico estadounidense Earl Tupper presentó este producto a la población, revolucionó la manera de conservar los alimentos.
El objeto ha recibido miles de nombres, tales como táper, fiambrera, tartera, tupperware o, simplemente, tupper. Es ya un accesorio imprescindible en nuestros hogares tanto para guardar las sobras, como para llevarnos la comida fuera de casa. Pero ¿tienen fecha de caducidad?
Con la subida de precios, los españoles cada vez deciden llevarse la comida. Según los datos publicados por la Federación de Usuarios-Consumidores Independientes (FUCI), seis de cada diez españoles comen fuera de casa.
Si realizamos una división por edades, los españoles más jóvenes, entre 18 y 35 años, son los que optaban por llevar un táper con comida, frente a las personas de 30 y 50 años que elegían el menú del día.
Entre las principales razones que destacan los trabajadores es que comer todos los días fuera no es posible, y solo está al alcance de unos pocos. Como mencionábamos anteriormente, la culpable de esto es la inflación y calentar la comida de casa en el microondas de la oficina es una opción muy viable.
Los táperes necesitan su cuidado y su higiene especial si queremos conservarlos el máximo de tiempo posible. Al estar hechos de plásticos, en su mayoría, su material se degrada fácilmente y se contamina con los restos alimenticios que se quedan, provocando una intoxicación alimentaria.
Para descubrir cuál es el táper que mejor nos conviene, deberemos fijarnos en la parte inferior si tiene los símbolos de la normativa europea que son:
- Una copa y un tenedor, estas señalan que el táper puede almacenar alimentos.
- Unas rayas en zigzag o un microondas que indican que el táper soporta bien el calor y puede ir en el microondas.
- Un plato con lluvia encima que nos dice que es apto para el lavavajillas.
- Una figura de nieve, que puede ir en el congelador.
El peligro está que usamos el táper para funciones que no son recomendadas por sus condiciones y contaminen el alimento por partículas del plástico, como Bisfenol A.
Esta partícula es capaz de causar desequilibrios en el sistema hormonal con posibles repercusiones sobre la salud. Aunque sean repercusiones bajas, no se descarta que a largo plazo se puedan ir acumulando en nuestro organismo.
La Unión Europea lleva trabajando desde hace años en una normativa, el Reglamento 10/2011, que asegure que los materiales usados para la fabricación de táperes no liberan tales sustancias, pero dicha normativa es una garantía siempre que utilicemos los táperes indicados.
A pesar de que tengamos cuidado con nuestro táper, todo material tiene fecha de caducidad. Podemos encontrar varios motivos como, en primer lugar, desperfectos en el proceso de creación del objeto que podrá intoxicar los alimentos.
En estos casos, nos impedirán una limpieza profunda del objeto con zonas inaccesibles, consiguiendo que crezcan bacterias u hongos, dando lugar a focos de contaminación microbiana.
Aunque parezca una medida exagerada, no lo es. Si el táper se encuentra contaminado y depositamos un nuevo alimento, y este necesita que se caliente y no se consume hasta dentro de unas horas, entenderemos que proliferará una colonia de microbios en tiempo récord.
Por lo tanto, debemos prestar especial atención a las cuatro señales que nos indican que nuestro táper ya está llegando a su fin y que lo reciclemos en el contenedor amarillo, que es su lugar.
- Si presenta cortes o alguna imperfección que suponga un riesgo para los alimentos.
- Si tiene manchas o restos de alimentos que no se eliminan con el tiempo y dedicación.
- Si se han usado productos abrasivos o calor directo para limpiarlo que hayan podido dañarlo dejándolo rugoso.
- Si cuesta cerrarse correctamente sin aplicar esfuerzo.