Los bebés son propensos a tener resfriados y mocos, al menos hasta aproximadamente los 5 años. Los mocos son un mecanismo de defensa ante las posibles infecciones para atrapar los agentes infecciosos y evitar que entren en el organismo. Aun así, durante los primeros meses de vida el pequeño todavía está desarrollando sus defensas, con lo más normal es que se pongan enfermos a menudo.
Los mocos a priori no son muy problemáticos a no ser que produzcan graves molestias al bebé, dificultando su descanso y su alimentación, en cuyo caso podemos ayudar a eliminar parte de esos mocos para aliviar las molestias del pequeño y evitar que se puedan desarrollar enfermedades más graves, como por ejemplo bronquitis.
La causa más habitual de los mocos en los bebés son los resfriados. Como su sistema inmunológico aún está inmaduro, es muy normal que cojan resfriados y catarros, aunque precisamente estos irán ayudando a fortalecer las defensas del pequeño poco a poco. Si además el bebé tiene hermanos o hermanas o va a la guardería, las posibilidades de coger un catarro aumentan de forma exponencial. A continuación exponemos algunos de los síntomas del resfriado común en los bebés:
Probablemente una de las señales más evidentes de que se está gestando un resfriado. Algún estornudo aislado solo nos indicará que el bebé tiene las mucosas nasales sensibles, pero cuando los estornudos aparecen en gran cantidad seguramente significará que el pequeño está cogiendo o ha cogido un catarro.
Cuanto más intensos sean los síntomas de congestión de las vías respiratorias, estornudos, etc, más razonable será que el bebé tenga fiebre. De todas maneras, la fiebre elevada en los bebés menores de 3 meses es motivo de consulta con el pediatra para descartar posibles problemas. Por encima de esta edad, si el niño tiene buen aspecto y la fiebre baja bien con los antitérmicos, seguramente la principal causa son los virus y no se suele requerir tratamiento antibiótico.
Los mocos al principio se presentarán de forma transparente y con una textura más bien líquida que caerán por las fosas nasales Poco a poco estos mocos irán espesándose y volviéndose amarillentos, haciéndose más molestos. Estos mocos más espesos estarán presentes aproximadamente unos 7-10 días para que después reaparezcan los mocos transparentes. Si los mocos amarillentos duraran más de 10 días podría indicar una sobreinfección bacteriana y deberemos acudir a nuestro pediatra.
Esta mucosidad provocará, casi seguro, obstrucciones nasales, que serán muy molestas para nuestro bebé, ya que ellos todavía no saben respirar por la boca, por eso deberemos ayudar a despejar las fosas nasales de mocos para facilitar la entrada de aire.
Es normal y habitual que aparezca tos durante los resfriados, ya que se irritan la tráquea y la faringe. La tos más útil y benigna es aquella con la que el bebé se limpia la garganta de los mocos, pero también puede ser muy molesta. Si la tos despierta al bebé de forma habitual, deberemos consultar con el pediatra para que ausculte el pequeño y descarte posibles complicaciones.
Es normal que a causa de la acumulación de mocos aparezcan ronquidos y otros ruidos nasales. Esto es debido a que tienen unas fosas nasales estrechas y, si además se le suma la inflamación de las vegetaciones adenoideas debido al catarro, obtendremos con mucha seguridad ronquidos. Esto también puede deberse a una acumulación de mocos en la garganta, con lo que podemos solucionarlo cambiando la posición del bebé.
Lo primero que debemos recordar es que no tenemos que obsesionarnos con los mocos de los pequeños. Lo normal es que los bebés tengan mocos todo el año, pero si estos provocan problemas al niño o la niña para dormir, comer o respirar, deberemos ayudarlos a expulsarlos, ya que ellos todavía no saben hacerlo por sí solos. Estas son algunas de las maneras sobre como podemos facilitar la expulsión de mocos:
Podemos ofrecer agua a los pequeños para mejorar la hidratación del bebé y que el moco se haga más líquido y por tanto más fácil de expulsar. Si ya pueden comer sólidos, también podemos darles fruta rica en agua, como por ejemplo la sandía o el melón.
Este es uno de los métodos que más se han usado a lo largo de los años, pero cada vez se recomienda menos por la posibilidad de irritar aún más la mucosa respiratoria y, por tanto, acabar aumentando la cantidad de moco. Existen aspiradores de cánula, eléctricos, en forma de pera ergonómica, e incluso pinzas para extraer mocos. Lo que no debemos usar bajo ninguna circunstancia son los bastoncillos de algodón, ya que podemos hacer daño al bebé debido a sus movimientos.
En la misma línea que el punto anterior, si aseguramos una humedad adecuada, facilitaremos que los mocos no se resequen y se vuelvan espesos. No es especialmente necesario comprar humidificadores, con colocar recipientes con agua cerca de los radiadores o fuentes de calor será suficiente. De este modo también contrarrestamos los efectos secantes de la calefacción.
Esto podemos hacerlo con diferentes sustancias: suero fisiológico, suero hipertónico (con más cantidad de sal que el fisiológico) o agua de mar (normalmente sprays que venden en las farmacias). La mejor manera de realizar el lavado nasal es con el bebé tumbado hacia arriba, pero la cabeza tumbada hacia un lado. Con la jeringuilla o el spray se aplica el suero en la fosa nasal que queda arriba, tapando la fosa nasal inferior. Después giramos la cabeza del bebé y repetimos la operación.
En algunos casos, cuando el resfriado se complica, puede aparecer bronquitis. Los síntomas iniciales son la tos, que al principio es seca y constante para pasar a ser profunda y con abundante secreción de mucosidad. Frecuentemente se siente un dolor localizado detrás del esternón, el niño tiene fiebre y respira con dificultad emitiendo silbidos. Normalmente aparece de repente a causa de un virus y desaparece al cabo de pocos días a no ser que surjan complicaciones.
En los casos que la bronquitis tiene un origen bacteriano suele ir acompañada de sinusitis. En algunos casos, la bronquitis de origen bacteriano se superpone a una bronquitis de origen vírico, lo que dificulta su evolución.
El tratamiento de la bronquitis depende de si su origen es vírico o bacteriano, con lo recomendable es consultar con el pediatra. En el caso de la bronquitis de origen vírico, normalmente se buscará aliviar la sintomatología, sobre todo a través de fármacos broncodilatadores. En el caso de la bronquitis de origen bacteriano también se administrará antibióticos durante 7-10 días.
Lo que no debemos hacer es administrar jarabes antitusivos por iniciativa propia, ya que la tos es un mecanismo de expulsión del moco muy útil.
Es importante no alarmarnos enseguida que veamos que nuestro bebé tenga mocos, ya que tal y como hemos dicho, son normal y necesarios para que se recojan los organismos que pueden provocar enfermedades. Por eso mismo tampoco se recomienda dar medicamentos sin consultar antes con el pediatra.
De este modo, el especialista podrá decirnos si hace falta algún tipo de tratamiento o si con suero fisiológico ya hay suficiente para evitar posibles complicaciones. Como padres, solo podemos armarnos de paciencia y ser conscientes que nuestro bebé se pondrá enfermo muchas veces hasta que madure completamente su sistema inmunológico, que no sucede hasta aproximadamente los 5-6 años, aunque la frecuencia de enfermedad baja mucho a partir de los 12-18 meses de edad.