“Neoplasia” es el término médico que se utiliza en medicina con el fin de designar la aparición, y el crecimiento o desarrollo, de una masa de tejido anormal. Suelen usarse a su vez diferentes sinónimos, como por ejemplo es el caso de tumor o blastoma.
Es común que su aparición entrañe muchos temores y preocupaciones, especialmente ante la posibilidad de que se trate de una neoplasia maligna. ¿En qué consisten los tipos de neoplasia y qué diferencias tiene la neoplasia maligna con la benigna? ¿Por qué aparecen? ¿Qué síntomas pueden producir y cómo se diagnostican?
La palabra neoplasia proviene del griego y significa “nuevo crecimiento”, lo que puede ayudarnos a hacernos una idea de en qué consiste.
Así, en medicina este término se utiliza para reseñar la existencia de un proceso de proliferación descontrolada de células en un determinado tejido. Es decir, se trata de un término que sirve para designar la existencia de una masa anormal de tejido.
Aunque las células se multiplican con normalidad y sin suponer ningún tipo de problema de salud (es más, se trata de un proceso normal de su desarrollo), cuando existe una neoplasia significa que esta proliferación se produce porque las células que conforman este tejido tienden a multiplicarse a un ritmo superior a lo normal.
A pesar de que popularmente se suele hacer la diferenciación entre dos tipos únicos de neoplasia (esto es, benigno y maligno), la realidad es que también existen otras masas que podrían ser denominados como masas anormales no neoplásicas. A continuación te descubrimos los diferentes tipos de neoplasias que existen.
Se trata del crecimiento anormal de tejido generalmente localizado y delimitado, el cual no metastatiza ni invade el tejido adyacente o cercano. Solo suele ocasionar daño por compresión a los tejidos y órganos vecinos, y suele no volver a aparecer tras su extirpación quirúrgica.
Suelen tener una cápsula fibrosa, con células bien diferenciadas. Por lo general tienen un crecimiento más bien lento, y las células que conforman el tumor o neoplasia benigna son bastante semejantes o similares a las existentes en los tejidos cercanos, aunque son claramente diferenciables.
Entre las neoplasias benignas más frecuentes que suelen habitualmente aparecer a lo largo de la vida, podemos mencionar los siguientes:
Fibromas: Tumoración fibrosa no cancerosa. El más común es el fibroma uterino (el cual es uno de los tumores no cancerosos más comunes en mujeres de edad fértil), aunque también pueden producirse en la piel, siendo conocido como en tal caso como “fibroma cutáneo”.
Pólipos: Se trata de una parte de tejido adicional que crece en alguna parte del cuerpo, surgiendo de la capa interior o mucosa de algunos órganos (por ejemplo, en el colon, recto o útero).
Quistes: Son los más comunes. Consiste en una bolsa cerrada que se desarrolla en una determinada estructura o cavidad del cuerpo. Aparecen sin causa aparente de forma espontánea.
Adenomas: Consiste en un tumor epitelial (capa delgada de tejido que cubre glándulas y órganos) cuya estructura interna es bastante parecida a la que posee una glándula.
Papilomas: Tumor benigno formado por células epiteliales, creciendo con proyección externa.
Estas células anormales sí tienden a multiplicarse sin control, pudiendo invadir los tejidos cercanos, y diseminarse posteriormente hacia otras partes del cuerpo a través del torrente sanguíneo y del sistema linfático (lo que médicamente se conoce como “metástasis”).
El crecimiento, en la mayoría de las ocasiones, suele ser rápido, afectando a los tejidos colindantes e invadiéndolos. A diferencia de las neoplasias benignas, no se autolimitan a la zona donde surgen, ocasionando la temida metástasis.
Es lo que comúnmente se conoce como tumores malignos o cáncer, el cual si no es tratado a tiempo provoca fuertes hemorragias y la muerte de los tejidos, causando con el tiempo la muerte de la persona afectada. Por este motivo, el tratamiento médico aplicado a tiempo es fundamental para tener un mayor porcentaje de éxito en la curación.
Si el tumor maligno no es completamente eliminado, una vez es extirpado puede llegar a crecer de nuevo. Es lo que en medicina se conoce con la denominación de recidiva.
Suelen ser masas de tejido desorganizadas que, a diferencia de las dos anteriores, no se corresponden en realidad con proliferaciones neoplásicas monoclonales en sí mismas.
Podemos diferenciar entre las hamartomas (grupo de células maduras desorganizadas, que surgen en tejidos como el cartílago, el músculo liso situado en el pulmón o el epitelio bronquial) y coristomas (consiste en el resto de células heterotópico, apareciendo como tejido completo donde en realidad no corresponde).¿Cuáles son las causas de su aparición?
Independientemente de que sean benignas o malignas, no se conoce con exactitud cuáles son los motivos -o las causas directas- que ocasionan que unas determinadas células comiencen a multiplicarse y a dividirse más rápidamente de manera descontrolada. Esto se conoce como origen multifactorial (es decir, no existe en realidad una única causa para la aparición de la neoplasia en sí misma).
Puede existir predisposición genética, aunque es cierto que en la mayoría de las ocasiones la neoplasia surge de forma esporádica.
En cualquier caso, sí se sabe que la dieta, el seguimiento de una vida sedentaria, la exposición a la radiación o a los rayos solares, y determinadas sustancias químicas pueden influir en su desarrollo.
Habitualmente, los síntomas que surgen varían dependiendo del tipo de neoplasia y de la zona donde se encuentre (es decir, su localización), sobre todo si se trata de un tipo de neoplasia benigna o maligna.
Así, en la mayoría de las ocasiones, la neoplasia benigna suele ser por lo general asintomática, aunque dependiendo de la extensión que alcance puede degenerar en problemas o síntomas localizados (por ejemplo, al presionar órganos o tejidos cercanos).
Mientras que una neoplasia benigna es un neoplasma regular y localizado que tiende a encapsularse o autolimitarse a la zona donde ha surgido, no infiltrándose ni invadiendo el tejido colindante, una neoplasia maligna hace lo contrario. Esta última, no solo continúa creciendo de forma incontrolada y más rápida, sino que invade el tejido cercano y es capaz incluso de infiltrarse a otras zonas lejanas, mediante el torrente sanguíneo y el sistema linfático.
De otro lado, su principal diferencia lo encontramos en que mientras que la neoplasia benigna no suele suponer un riesgo para la salud, la neoplasia maligna sí, especialmente si el diagnóstico no se realiza precozmente o a tiempo, y el tratamiento médico no es efectivo (es decir, si no se elimina el tumor maligno y se extirpa).