Los ojos son unos órganos muy sensibles que necesitan de cierta humedad para limpiarse y funcionar correctamente. Por este motivo, tienen un sistema de autorregulación que asegura una humedad constante a través de las lágrimas, aunque puede suceder que, en algunos casos, se produzca mayor lubricación o no se reabsorba correctamente el exceso de líquido, produciendo unos ojos llorosos.
Los ojos llorosos en los bebés son una afección bastante frecuente en los pequeños, presentándose hasta en un 30% de los niños menores de un año de edad. A lo largo de este artículo os explicaremos por qué puede surgir este problema y cómo podemos tratarlo, a la vez que evitamos que acabe produciéndose una conjuntivitis.
Los ojos llorosos se producen cuando aumenta la cantidad de líquido lagrimal en los glóbulos oculares. Esto puede darse tanto por razones fisiológicas, como infecciones o presencia de partículas. Algunas de las causas más comunes de los ojos llorosos son:
Los ojos producen constantemente lágrimas para mantener el ojo húmedo, pero una vez el líquido ha lubricado la capa externa del ojo necesita ser drenado, con lo que se dirige a los conductos nasolagrimales. En algunas ocasiones, estos conductos pueden bloquearse y producir ojos llorosos en los bebés, ya sea por inmadurez del conducto o porque éstos han sido tapados con una fina membrana que impide el paso de las lágrimas.
Puede ser que los ojos llorosos de nuestro bebé se deban a partículas externas que están causando una irritación en el glóbulo ocular, como por ejemplo humo de vehículos, tabaco, polen, arena… En estos casos los síntomas deberían ser temporales, aunque en ocasiones se muestra persistente. Si es así, podría deberse a una molestia que producen las propias pestañas, ya sea porque son muy abundantes o porque por un defecto del párpado hay una colocación errónea de las pestañas.
Las infecciones también pueden provocar ojos llorosos, y no solo las infecciones oculares, sino también la afección de órganos o estructuras próximas a ellos, como por ejemplo párpados, nariz (sinusitis), o parte superior del aparato respiratorio.
También en caso de resfriados o gripes es habitual que se produzca una mayor producción de líquido lagrimal, produciendo, por tanto, ojos llorosos en el bebé.
Los ojos llorosos pueden ser también síntoma de una alergia, detectada o no detectada, de nuestro bebé.
El tratamiento variará en función de la causa de los ojos llorosos, con lo que primero deberíamos pedir una cita al especialista para que nos ayude a determinar el origen.
Por ejemplo, si el problema surge de un bloqueo de los conductos lagrimales, deberemos también saber si es causado por una inmadurez de los conductos o bien por un bloqueo temporal. En caso de que el bebé tenga los ojos llorosos por bloqueo de los conductos lagrimales, también podemos ayudar a nuestro bebé haciendo unos pequeños masajes en la parte interna del ojo, colocando nuestro dedo donde se junta el ojo con la nariz, y deslizando hacia abajo con una ligera presión. Esto no es doloroso para ellos, pero es molesto, con lo que tenderán a protestar.
En caso de que al llegar el año de edad los conductos no se hayan desbloqueado, puede ser que el especialista opte por realizar una pequeña intervención quirúrgica para abrir los conductos.
Si el problema surgiera por la presencia de partículas, alergénicas o no, lo más efectivo es detectar el origen e intentar evitar la exposición en la medida que podamos. Por ejemplo, si el alérgeno es el polvo, deberemos extremar la limpieza en la habitación del pequeño y limpiar cortinas y alfombras cada dos semanas para evitar que se acumule el polvo.
En el caso de infecciones, también dependerá del origen (bacteriano o vírico) y la situación, ya que será diferente si la infección se encuentra en los ojos o en la nariz o si es un resfriado. Por eso siempre es recomendable acudir al médico para determinar el tratamiento adecuado.
Cuando tenemos unos ojos llorosos en los bebés, puede ser más probable que cojan conjuntivitis, ya que las lágrimas son un excelente caldo de cultivo para los gérmenes. La conjuntivitis es la inflamación o infección de la membrana que recubre el interior del párpado y también la esclerótica del ojo (la parte blanca). Esta membrana se llama membrana conjuntiva, y de ahí sale el nombre de conjuntivitis.
No se trata de una afección grave, pero sí que puede ser muy molesta. Los síntomas más visibles son el enrojecimiento del ojo y la secreción conjuntival, creando una especie de costra cuando se seca que puede provocar que los párpados queden pegados por la parte de las pestañas. Esta secreción puede ser blanca, amarilla, transparente o incluso verdosa. Lo más importante que debemos tener en cuenta cuando surge la conjuntivitis es que es muy contagiosa, con lo que es posible que empiece en un ojo y acabe pasando al otro al rascarse si no tomamos precauciones para evitarlo.
Una buena manera de prevenir la conjuntivitis es extremar la limpieza de la zona ocular, sobre todo cuando se presentan ojos llorosos. Con la ayuda de una gasa podemos ir recogiendo y limpiando el exceso de líquido en el ojo para evitar que los organismos puedan depositarse ahí y causar una infección. También debemos intentar que el bebé no se toque los ojos, y en caso de que lo haga, le lavaremos inmediatamente las manos para evitar contagios. Y, por supuesto, debemos evitar el contacto con niños o adultos con conjuntivitis.
Como veis, los ojos llorosos en los bebés es una afección bastante habitual y a priori poco grave, pero sí que debemos tenerlo controlado para evitar que vaya a más y produzca problemas más graves. También puede ser síntoma de algún tipo de alergia u otra enfermedad, con lo que nunca está de más consultar con el médico si vemos que nuestro pequeño presenta ojos llorosos.